Los
regímenes latinoamericanos se fundaron en una versión popularizada
del modelo separación de poderes de Estados Unidos. Este modelo de
“frenos y contrapesos” propone complementar la división formal
de poderes con dos elementos adicionales: sistema electoral que
induzca en cada rama de gobierno una representación de intereses lo
mas diversa posible. Además, se necesita de una distribución de
poderes que permita a cada uno de los agentes estatales el bloquear
las decisiones de otros.
Sin
embargo, este ya no es deseable, pues frustra las posibilidades de
formar mayorías legislativas con capacidad decisoria para lograr
“decisiones rápidas y efectivas” en casos en los que los cambios
de legislación se tornan necesarios o deseables para satisfacer
necesidades y demandas del ciudadano.
Este
modelo surgió como reacción al despotismo parlamentario y a los
excesos mayoritarios. La concentración del poder se evitaba gracias
a la “limitación” en el poder y las funciones de cada poder.
Una
de las formas de evitar los intereses en común dentro de los poderes
era el inducir en los representantes de cada rama del poder una
motivación distinta, fruto de la diversa relación que guardarían
con el electorado.
La
diversificación de intereses se intensifico mediante mecanismos
adicionales como: elecciones no concurrentes de presidentes,
diputados y senadores.
Básicamente,
el objetivo de este sistema era el de “proteger el status quo”,
haciendo posible el cambio legislativo mediante amplias coaliciones.
Este
modelo posee tanto virtudes como defectos. Una de sus virtudes es que
es una forma efectiva de evitar el monopolio del poder (evita que
alguien tome la total “representación” del pueblo ante los
poderes).
Otro
argumento en favor del modelo es el que dan Buchanan y Tullock, que
consideran el hecho de que en una organización de poderes, aunque
eleva el costo de adoptar decisiones, tiene el beneficio de hacerlas
mas representativas y de minimizar la posibilidad de que se afecten
derechos e intereses de los grupos excluidos de la decisión. Además,
hace mas “creíbles y estables” las decisiones tomadas.
Pese
a ello, el argumento mas importante y central en defensa de este
modelo es el hecho de que maximiza la rendición de cuentas de los
representantes.
El
valor de estos argumentos, sin embargo, debe ser contrastado con las
deficiencias que el modelo presenta. Si las preferencias de los
distintos actores con poder de veto coincidan en la necesidad de
promover cambios legislativos en un mismo sentido, este sistema puede
brindar a actores minoritarios un poder desproporcionado para
preservar el propio status quo o para obtener beneficios
particulares.
De
igual manera, el problema mas “obvio” se podría encontrar en su
eficacia. Se le critica el hecho de que la variedad de preferencias
políticas haga que no pueda ponerse en marcha una agenda política
coherente y propositiva, haciendo uso y abuso del derecho de veto. De
este tipo de situaciones surge el concepto de “ingobernabilidad”.
En
el caso de América Latina, este modelo fue adoptado poco a poco en
las constituciones de los nacientes países, pero, debido a su
ineficiencia, varias constituciones lo han dejado de lado por dos
simples motivos: evita que surjan gobiernos divididos con
representación de distintos intereses en al presidencia y el
congreso, además de otorgar al presidente fuertes poderes para
promover cambios legislativos, incluso en ausencia del apoyo
mayoritario de la legislatura.
Una
de las formas de suprimir el conflicto entre poderes es evitar que el
partido del presidente tenga una representación minoritaria en el
congreso o que siendo mayoría, el partido sea poco cohesivo y
disciplinado.
En
lo que respecta a la división de poderes, en América Latina,
existen ciertas constituciones que reducen la capacidad de bloqueo de
las distintas ramas de poder, con el fin de hacer mas expeditivo el
proceso legislativo.
Sin
embargo, a diferencia de la estricta simetría de poderes entre
cámaras que establece el modelo estadounidense, algunas de las
constituciones latinoamericanas disminuyen el poder de veto de alguna
de las cámaras o la excluyen de la consideración en ciertos temas.
Finalmente,
el autor del texto ofrece una “baraja” de posibilidades que
puedan llevar a América Latina y sus gobiernos a buscar fortalecer
el sistema para evitar las probabilidades de conflictos entre las
ramas del gobierno, obteniendo así, operación, eficacia y
gobernabilidad.
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